
Se apagaron las luces, la casa se volvió un campo de juego, mientras yo contaba del 1 al 20 y los demás iban buscando su lugar favorito para ocultarse – se sintió tan bien volver a ser niña.
Ver a mi padre reírse despreocupado, relajado y sin afán de parar – como me encanta ver reír así a papá.
Ver a mi madre esconderse detrás de un montón de cajas para que no la encuentre y sentirla hacer fuerza para no soltar su explosiva risa– como me gusta verla feliz.
Ver a mi hermana salir de su encierro y sentirla andar de puntitas para no dar pista de su escondite y después salir deprisa a liberarse – que bueno es verla relajarse.
Ver a mis hijos sonreír y saber que se sienten afortunados de no ser los únicos niños en el hogar, sus risas fluyen sin parar, las horas de juego se alargan y el tiempo parece parar; Así que no hay nada mejor, que una familia que pueda disfrutar de algo tan sencillo como reír.