Estabas parado cerca a mí y desde una terraza observábamos a la gente caminar y como las personas se reencuentran después de un largo día de trabajo, se abrazan y se sientan un rato junto a la fuente del parque central.
Mientras entre tú y yo había un silencio ensordecedor, hasta que decidí romperlo y pregunté - ¿papá cómo te sientes? - respondiste que bien, pero que tu cuerpo estaba sin fuerzas; sabías que su tiempo final estaba cerca.
Yo solo pude abrazarte y llorar; me dijiste que me quedara tranquila, que ya me habías amado lo suficiente y que era hora de luchar por mí y mis hijos. Fue ahí cuando desperté con esa sensación de que Dios me abrazó en sueños; porque sabe cuánto te necesito.
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